
LA NARIZ / EL RETRATO,
Nikolái Gógol (textos),
Luis Doyague (autor e ilustraciones),
Zaragoza, Edelvives, 2009.
Cartoné, 17 x 24 cm., 72 págs., 9.90€.
Novela gráfica
Por José R. Cortés Criado,
Nikolái Gógol (textos),
Luis Doyague (autor e ilustraciones),
Zaragoza, Edelvives, 2009.
Cartoné, 17 x 24 cm., 72 págs., 9.90€.
Novela gráfica
Por José R. Cortés Criado,
especialista en Literatura Infantil y Juvenil
La editorial Edelvives vuelve a apostar por la novela gráfica y presenta esta nueva entrega basada en dos cuentos de Nikolái Gógol para conmemorar el bicentenario de su nacimiento desde la óptica y las ilustraciones de Luis Doyague.
El éxito del texto está garantizado por su autoría y la adaptación llevada a cabo por Luis Doyague para este libro no ha alterado el sentir del escritor ucraniano, máximo representante de la literatura realista rusa del siglo XIX. En sus obras se mezclan el humor, la ironía, la crítica a la corrupción de la sociedad de su época con elementos fantásticos, creando relatos surrealistas.
El primero de estos relatos, La nariz, es la crónica de un hecho nada usual. Un día el barbero le corta la nariz a un cliente, éste cuando despierta y se ve sin el apéndice nasal anda despavorido, no se atreve a dejarse ver en tal estado y quiere ante todo volver a recuperarla.
Su asombro y estupor es enorme cuando descubre su propia nariz por la calle, llevando una intensa vida social, incluso con un estatus superior a su antiguo amo, va vestida de oficial de instrucción pública y como quiere llevar una vida independiente, se deja ver por algunos lugares públicos y cuando no lo hace, las habladurías cuentan que lo vieron en una plaza o que acudirá a cierto acto social, consiguiendo así que esos lugares se hallen concurridos de personas ociosas que no tienen otra cosa que hacer si no es ver al ídolo del momento.
Al final todo fue un sueño y al despertarse el protagonista con su nariz, el barbero acudió a su domicilio para rasurale la barba y… A lo largo del relato, Gogol dejó claro cuales eran los temas que preocupaban a sus conciudadanos, temas banales y absurdos que se convierte en la comidilla de gente sin otros intereses más que ocupar su tiempo con cualquier cosa.
Hay aspectos críticos con la sociedad que se observan cuando el protagonista llama gandules a los pedigüeños, o miserable al cochero mientras lo golpea, o cuando se comprueba la actitud del jefe de policía, o del guardia que le devolvió la nariz, que utilizando una retórica especial le dice que no quiere té sino una gratificación económica por su acción.
Estos hechos críticos son visibles gracias a las imágenes, que son un buen soporte para hacer avanzar el relato. Doyague sabe crear ambientes adecuados para esta historia absurda, enlaza muy bien los diferentes planos e inserta las viñetas descriptivas entre las narrativas para deleite del lector.
La segunda historia, El retrato, es una defensa del arte frente al mercadeo y los intereses materiales de algunos pintores. La novela comienza cuando el prestamista de la ciudad acude al estudio de un pintor para encargarle un retrato. El artista alcanza tal perfección en su trabajo, que la sola visión del cuadro sobrecoge al observador, pero su último propietario se siente beneficiado por él, le cambió su economía, ahora es un afamado pintor al que no le faltan clientes ni dinero, es un pintor mediocre que no duda en comprar buenas obras a otros colegas para hacerlas desaparecer por su alta calidad.
Los dibujos en esta nueva novela, también caricaturescos, reflejan la sociedad rusa del siglo XIX con multitud de detalles que embellecen el relato, no exento de ironía y crítica social. El joven pintor que malvive de su arte se transforma, gracias al dinero, en un señor burgués, amante de lujos y fiestas sociales, que no duda en pagar artículos periodísticos que alaben su obra para crearse una fama entre la burguesía aburrida que busca la novedad en el arte.
No sólo se critica a las personas que entienden el arte como una mercancía más, sino también al director del periódico que accede a publicar información falsa a cambio de dinero, al ambicioso que no duda en contratar a otros pintores para que le trabajen a él…
En suma, dos buenas novelas gráficas para los lectores juveniles. Doyague ha realizado una buena adaptación, sabiendo reflejar en sus dibujos la ironía, la crítica social y el ambiente de Rusia en el siglo XIX, a donde nos transportamos páginas a página.
La editorial Edelvives vuelve a apostar por la novela gráfica y presenta esta nueva entrega basada en dos cuentos de Nikolái Gógol para conmemorar el bicentenario de su nacimiento desde la óptica y las ilustraciones de Luis Doyague.
El éxito del texto está garantizado por su autoría y la adaptación llevada a cabo por Luis Doyague para este libro no ha alterado el sentir del escritor ucraniano, máximo representante de la literatura realista rusa del siglo XIX. En sus obras se mezclan el humor, la ironía, la crítica a la corrupción de la sociedad de su época con elementos fantásticos, creando relatos surrealistas.
El primero de estos relatos, La nariz, es la crónica de un hecho nada usual. Un día el barbero le corta la nariz a un cliente, éste cuando despierta y se ve sin el apéndice nasal anda despavorido, no se atreve a dejarse ver en tal estado y quiere ante todo volver a recuperarla.
Su asombro y estupor es enorme cuando descubre su propia nariz por la calle, llevando una intensa vida social, incluso con un estatus superior a su antiguo amo, va vestida de oficial de instrucción pública y como quiere llevar una vida independiente, se deja ver por algunos lugares públicos y cuando no lo hace, las habladurías cuentan que lo vieron en una plaza o que acudirá a cierto acto social, consiguiendo así que esos lugares se hallen concurridos de personas ociosas que no tienen otra cosa que hacer si no es ver al ídolo del momento.
Al final todo fue un sueño y al despertarse el protagonista con su nariz, el barbero acudió a su domicilio para rasurale la barba y… A lo largo del relato, Gogol dejó claro cuales eran los temas que preocupaban a sus conciudadanos, temas banales y absurdos que se convierte en la comidilla de gente sin otros intereses más que ocupar su tiempo con cualquier cosa.
Hay aspectos críticos con la sociedad que se observan cuando el protagonista llama gandules a los pedigüeños, o miserable al cochero mientras lo golpea, o cuando se comprueba la actitud del jefe de policía, o del guardia que le devolvió la nariz, que utilizando una retórica especial le dice que no quiere té sino una gratificación económica por su acción.
Estos hechos críticos son visibles gracias a las imágenes, que son un buen soporte para hacer avanzar el relato. Doyague sabe crear ambientes adecuados para esta historia absurda, enlaza muy bien los diferentes planos e inserta las viñetas descriptivas entre las narrativas para deleite del lector.
La segunda historia, El retrato, es una defensa del arte frente al mercadeo y los intereses materiales de algunos pintores. La novela comienza cuando el prestamista de la ciudad acude al estudio de un pintor para encargarle un retrato. El artista alcanza tal perfección en su trabajo, que la sola visión del cuadro sobrecoge al observador, pero su último propietario se siente beneficiado por él, le cambió su economía, ahora es un afamado pintor al que no le faltan clientes ni dinero, es un pintor mediocre que no duda en comprar buenas obras a otros colegas para hacerlas desaparecer por su alta calidad.
Los dibujos en esta nueva novela, también caricaturescos, reflejan la sociedad rusa del siglo XIX con multitud de detalles que embellecen el relato, no exento de ironía y crítica social. El joven pintor que malvive de su arte se transforma, gracias al dinero, en un señor burgués, amante de lujos y fiestas sociales, que no duda en pagar artículos periodísticos que alaben su obra para crearse una fama entre la burguesía aburrida que busca la novedad en el arte.
No sólo se critica a las personas que entienden el arte como una mercancía más, sino también al director del periódico que accede a publicar información falsa a cambio de dinero, al ambicioso que no duda en contratar a otros pintores para que le trabajen a él…
En suma, dos buenas novelas gráficas para los lectores juveniles. Doyague ha realizado una buena adaptación, sabiendo reflejar en sus dibujos la ironía, la crítica social y el ambiente de Rusia en el siglo XIX, a donde nos transportamos páginas a página.
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