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jueves, 8 de octubre de 2009

Recomendación infantil: 'Pigacín y los grandullones' de Alfredo Gómez Cerdá


PIGACÍN Y LOS GRADULLONES,
Alfredo Gómez Cerdá (texto),
Paz Rodero (ilustraciones),
León, Everest, 2008,
21x28 cm., 32 págs., 9.95€.

A partir de 6 años


por Anabel Sáiz Ripoll, especialista en Literatura Infantil y Juvenil


Pigacín es un pececito pequeño, pero muy rumboso y simpático. Siempre está deseando aprender y es tan curioso que de su propia curiosidad extrae consecuencias para aplicarlas a su vida diaria. Con Pigacín pueden identificarse los niños desde 6 años, ya que es un pez que manifiesta las mismas inquietudes que pueden tener los pequeños, aunque en el mar. De hecho, Alfredo Gómez Cerdá, fiel a su arte narrativo, suele escribir historias que son, lo hemos dicho muchas veces, como parábolas de la vida diaria, como reflejos metaforizados de nuestra sociedad. Con Pigacín, el autor madrileño derrocha ternura y afecto.

Esta vez, el pez siente miedo al encontrarse con unas algas y sale huyendo despavorido hasta que se da cuenta de que no era para tanto y siente vergüenza. En su camino se va encontrando con otros peces, cada vez mayores que lo saludan y le dicen que eso de las algas es una tontería y que ellos no tienen miedo; pero Pigacín se da cuenta de que todos los peces tienen miedo de algo, normalmente de un pez mayor que ellos. Incluso la ballena que parece tan grande siente temor de los humanos y se esconde para que no la encuentren. Esta enseñanza le permite a Pigacín aprender que “todos los seres vivos del planeta tienen miedo a algo” y Pigacín guiña el ojo a las algas porque se sabe igual que todos: “¿Por qué él iba a ser distinto?”. Cada ser vivo teme a lo que es superior a él, ni más ni menos.

Cabe añadir que Alfredo Gómez Cerdá dota de personalidad a cada uno de los seres marinos con los que se encuentra Pigacín en su paseo y les pone nombres cercanos para que aún nos permita acercarnos más a ellos y trasvasar su identidad a la de otros conocidos de los pequeños lectores.

Las ilustraciones de Paz Rodero, sin duda, derrochan alegría y luz y reflejan un fondo del mar luminoso lleno de vida que arropa perfectamente las palabras del narrador.

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