
de Aurelio González Ovies (texto)
y Antonio Acebal (ilustración).
Pintar-Pintar, Oviedo, 2009.
Edición original en asturiano.
ISBN 978-84-936802-8-2.
Poesía ilustrada
Por Gonzalo García, Darabuc, escritor
Todo ama es un poema ilustrado que resulta singular. A mi modo de ver, no es un álbum para niños, sino para adultos y determinados niños (los que aprecien una poesía con puntos de fuga, con frases como «todo es, tan a veces, realmente irreal»). La elección métrica también es infrecuente: dodecasílabos con cesura (6+6) y algún hexasílabo suelto. Los versos son en su mayoría blancos, abundan los paralelismos y se percibe (quizá) un aire becqueriano.
El poema es una declaración de amor de las cosas y los objetos del mundo. «Todo ama» y, por ello, puede pasar de todo («... todo es viable, todo es comprensible, / y nada se sale de lo natural»). Puede pasar lo que no esperamos o en principio nos disgusta: «una hoja puede, por cosas del viento, / sentirse atraída por un rincón sucio» y en el aparente abandono de una pinza también hay felicidad: «cuántas pinzas, fíjate, pasan días y noches, / prendidas, felices, en su fiel tendal». Un sombrero se pierde por amor en su percha vieja, una silla añora a aquel con el que encajaba, una estrella aprendiz de fugaz «puede encandilarse con la eternidad», un reloj de cuco atrasará por amor de una hora. La voz poética lo afirma con la seguridad del título: «Sales a la calle y enseguida ves / que todo lo que hay es capaz de amar». No hay más, en el sentido de que corresponde al lector interpretarlo, situarlo y valorarlo, imaginar quién lo dice y por qué, creer o no, con matices o sin, en esa declaración.
Las ilustraciones de Antonio Acebal son concretas, sencillas y objetuales: vamos pasando páginas y vemos, aparte de un corazón (que recorta un mapa; no se abunda en esta línea metafórica), una hoja, una gota, una nube, un sombrero, un perro atado (que reaparece en varios puntos), dos flores, un reloj, una estrella (en un cielo estrellado), un barco (con dos rumbos) y una silla (con una mariposa). Son las cosas del mundo, ejemplos concretos de la declaración general del poema, con un hermoso trabajo de colores donde las paredes pueden ser tan importantes como los objetos. Y es que al mirar de nuevo, vemos que en realidad no son objetos aislados, sino casi todo parejas: una hoja y un rincón, una nube y el mar, un sombrero y una percha, flores y telarañas... «Sales a la calle y —si te fijas bien, se podría añadir— enseguida ves...».
El poema es una declaración de amor de las cosas y los objetos del mundo. «Todo ama» y, por ello, puede pasar de todo («... todo es viable, todo es comprensible, / y nada se sale de lo natural»). Puede pasar lo que no esperamos o en principio nos disgusta: «una hoja puede, por cosas del viento, / sentirse atraída por un rincón sucio» y en el aparente abandono de una pinza también hay felicidad: «cuántas pinzas, fíjate, pasan días y noches, / prendidas, felices, en su fiel tendal». Un sombrero se pierde por amor en su percha vieja, una silla añora a aquel con el que encajaba, una estrella aprendiz de fugaz «puede encandilarse con la eternidad», un reloj de cuco atrasará por amor de una hora. La voz poética lo afirma con la seguridad del título: «Sales a la calle y enseguida ves / que todo lo que hay es capaz de amar». No hay más, en el sentido de que corresponde al lector interpretarlo, situarlo y valorarlo, imaginar quién lo dice y por qué, creer o no, con matices o sin, en esa declaración.
Las ilustraciones de Antonio Acebal son concretas, sencillas y objetuales: vamos pasando páginas y vemos, aparte de un corazón (que recorta un mapa; no se abunda en esta línea metafórica), una hoja, una gota, una nube, un sombrero, un perro atado (que reaparece en varios puntos), dos flores, un reloj, una estrella (en un cielo estrellado), un barco (con dos rumbos) y una silla (con una mariposa). Son las cosas del mundo, ejemplos concretos de la declaración general del poema, con un hermoso trabajo de colores donde las paredes pueden ser tan importantes como los objetos. Y es que al mirar de nuevo, vemos que en realidad no son objetos aislados, sino casi todo parejas: una hoja y un rincón, una nube y el mar, un sombrero y una percha, flores y telarañas... «Sales a la calle y —si te fijas bien, se podría añadir— enseguida ves...».


Un pequeño pero: a mi entender, el uso de recuadros blancos para el texto de las dos páginas de fondo oscuro es inadecuado, puesto que llama demasiado la atención cuando en el resto de las páginas (véanse las imágenes de arriba) el texto ocupa un lugar muy discreto. Si no era posible vaciar el fondo, entiendo que habría sido mejor disponer el texto en una franja blanca separada (abajo, arriba o a un costado), incluso si eso obligaba a revisar la disposición del texto en todo el libro.
Hermoso me ha parecido. Un saludo. Rosa
ResponderEliminarhay que releerlo tiene lectura profunda social potente. LUIS Canarias
ResponderEliminarY por qué poesia para niños o mayores. cada cual que la lleve a su imaginación, que todos la tenemos más inmensa o menos condensada. No entiendo...Ferrer. Zaragoza
ResponderEliminarHola, "Ferrer":
ResponderEliminarTe doy mi por qué: porque los niños, sin que eso signifique ni de lejos que tengan un pelo de tontos, no disfrutan habitualmente de las mismas obras que los adultos. Existe toda una escala de grises: obras para niños que aburren a los adultos, obras con doble lectura que complacen por igual pero no del mismo modo, obras para niños que entusiasman igual a los adultos... No acabaré la lista, que no tiene fin.
Mis argumentos para situarla como lo he hecho en concreto, sin entrar en prolijidades, están expuestos al principio de la crítica. La vaguedad del "todo para todos" es muy bonita pero la realidad de la lectura no entiende de principios democráticos, sino de lecturas seleccionadas para cada público específico, diría más, para cada lector o lectora.
Me convence y me gusta. Pilar Aranda
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